Conceptos poéticos de poesía

La poesía, en cuanto modo de expresión humana, ha sido históricamente conceptualizada desde distintas ópticas. Parte del poder de discernimiento, imaginación y alteración sensorial del individuo, la poesía no busca un fin meramente comunicativo —aunque, en efecto, lo consigue—, sino un espacio para la expresión de la misma sensibilidad humana, del pensamiento y la razón. Es, en fin, un método y un medio para explayarse y contagiar a los lectores de los sentidos.

Aquí no profundizaré sobre los conceptos que se han sistematizado sobre la poesía. Pondré, más bien, los conceptos poéticos. Esos conceptos que los mismos poetas han dado, de forma poética, sobre la poesía.

Gustavo Adolfo Bécquer, poeta español nacido en la primera mitad del siglo XIX, fue un poeta que redactó cuantiosos poemas de distintos tópicos. Para él, la poesía no sólo era una forma de expresión, sino enunciación de la belleza —entendiendo que la belleza y su antagónico no son criterios fijos y estáticos, sino perceptos individuales—, de su exaltación. Así, la poesía no sólo es una redacción, sino un estado perpetuo del universo. A este respecto, rescato un poema de su obra:

No digáis que agotado su tesoro

de asuntos falta enmudeció la lira:

podrá no haber poetas; pero siempre

habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso

palpiten encendidas,

mientras el sol las desgarradas nubes

de fuego y oro vista,

mientras el aire en su regazo lleve

perfumes y armonías,

mientras haya en el mundo primavera,

¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance

las fuentes de la vida,

y en el mar o en el cielo haya un abismo

que al cálculo resista,

mientras la humanidad siempre avanzando

no sepa a dó camina,

mientras haya un misterio para el hombre,

¡habrá poesía!

Mientras se sienta que se ríe el alma,

sin que los labios rían;

mientras se llore, sin que el llanto acuda

a nublar la pupila;

mientras el corazón y la cabeza

batallando prosigan,

mientras haya esperanzas y recuerdos,

¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen

los ojos que los miran,

mientras responda el labio suspirando

al labio que suspira,

mientras sentirse puedan en un beso

dos almas confundidas,

mientras exista una mujer hermosa,

¡habrá poesía!

Así, la poesía, como un estado «perpetuo» del universo, y que busca expresar sus manifestaciones, tiene también un «cauce». Cito otro poema:

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas

en mi pupila tu pupila azul;

¡Qué es poesía! , ¿Y tú me lo preguntas?

Poesía… eres tú.

Antonio García, escritor mexicano, nacido tan sólo en la centuria anterior, también redacta sobre la poesía poéticamente:

¿Y después de todo qué es la poesía? Me preguntan.

Podría decir que es el romanticismo hecho idea

o que es el romanticismo hecho suspiro

o que es un mar eterno

donde navegan emocionados y emociones;

que es el llanto trasmutado en risa viva;

que es una manera doliente

de cantar los trágicos horrores de la vida.

También podría decir

que es la belleza de la imagen

cinceleada con el arte de las letras,

por ejemplo:

«Este planeta es un sillón para ver el noticiero».

O que es el espacio

donde lenguaje y sentimiento

armonizan con la cadencia y el hechizo

bailable de los ritmos.

¿Pero qué es la poesía? Eso es lo que preguntan.

Y eso, amigos: ¡No lo sé!

Pregúntenle a Dalí, a Cervantes, a Paul Klee,

a la Manis, a Bukovsky, a Quevedo

y si quieren algo más ad hoc

interroguen a Boccaccio, a Sade,

a Edgar Allan Poe, a Arnulfo, a Chepe, a Paco Urbano

y otra vez, con toda libertad, a mí mismo

¿A ver quién les contesta?